lunes, 24 de octubre de 2011

Series Chilenas: Los 80/Los Archivos del Cardenal

Parece que no es casualidad que en un año tan convulso para nuestro país, 2 series de televisión aborden el período más crudo de nuestra historia reciente. Los 80 (C13) se habían aproximado tangencialmente a la oscuridad de esos años, como escapando de un iceberg del que quieres zafar, pero que lentamente se va acercando hasta estrellarse con todo contra ti. Esto no es una crítica: a estas alturas ya está claro que su objetivo principal es contar la historia de una familia común de esa época. 


Los Herrera

Mientras tanto, Los Archivos del Cardenal (TVN) se centra en los aspectos más crudos y se convierte en la primera serie que revisa intencionalmente para la TV este período histórico a través de una inteligente historia de ficción que adapta casos reales de violaciones a los DDHH. Aunque si lo pensamos bien, también narra las peripecias de una familia, solo que en ésta sus integrantes están consagrados a la labor de la Vicaría de La Solidaridad.

Los Pedregal

En esta entrada queremos compartir con ustedes nuestras impresiones sobre el inicio de la cuarta temporada de Los 80 el final de Los Archivos del Cardenal, series que tienen mucho más en común que una época: ser imprescindibles.


Los 80, por F
Esta serie es un caso realmente atípico en cuanto a series chilenas se refiere. Es la primera vez que llegamos a asistir la cuarta temporada de una serie, lo que incluso para una serie gringa es bastante tiempo. Y la temporada anterior se despidió con un final tan incierto como emotivo, cuando la primogénita Claudia decide autoexiliarse del país junto a su novio frentista Gabriel (Mario Horton, Mariano en Primera Dama) luego de la fiesta de año nuevo. 
La espera por ver la reacción de la familia Herrera se extendió por largos meses y el inicio de su cuarta temporada se convirtió en el programa más visto del año (excluyendo el Festival de Viña y partidos de fútbol) y también de la propia serie con 34,3 ptos. El capítulo tomó una decisión inusual ya que el relato comienza varios meses después mostrándonos como ha cambiado la vida cotidiana de cada uno de los integrantes de la familia Herrera. Felix se pegó un estirón pero se ha convertido en un adolescente algo triste y mientras sus compañeros están preocupados de ver el cometa Halley, el sólo piensa en su hermana. Martín sigue pololeando con Paola y ha decidido retomar sus estudios de Educación Física, dejando de lado la idea de estudiar algo relacionado al area Audiovisual para no aumentar las preocupaciones de su familia. Ana ha dejado su trabajo para cuidar a su familia pero es la que más ha sentido el golpe de la partida de su hija. Los vecinos la miran distinto, vive preocupada de si hay gente vigilando la casa y no parece perdonar la decisión de Claudia. Por su parte, Juan recibe una oferta de Don Farid para ser su socio en una empresa de confecciones. En este punto, Juan, dudoso de si sería un buen socio dada su situación actual, irá recordando a través de una serie de flashbacks lo que ocurrió esa mañana de año nuevo de 1986.
Una emotiva y cruda secuencia nos muestra como Juan descubre la carta que dejó su hija antes de partir pero no pasan unos instantes antes de que agentes de la CNI irrumpan en la casa de los Herrera buscando a Claudia. La confusa situación se comienza a narrar en cámara lenta, para mostrar de forma sútil pero potente como los integrantes sufren el acoso y la violencia de estos agentes principalmente a través de los ojos de un impotente Felix. En posteriores flashbacks, vemos como Juan debe enfrentar un interrogatorio sobre el paradero de su hija ante los escépticos y amenazantes rostros de estos personajes, e incluso se insinua que es golpeado en busca de sacarle más información. Por último, se nos muestra como Juan y Ana acuden a la Vicaría de la Solidaridad para conocer más antecedentes del caso de su hija. Notable el dialogo donde les revelan que Claudia no estaría involucrada en los hechos de sangre acontecidos en el motel (en el final de la tercera temporada) y que ella sostenía una relación con un frentista, ante lo cual Ana pregunta angustiada "pero ella, no es de esa gente?".
El impacto de los acontecimientos ha sido tan grande que incluso los roles dentro de la familia han cambiado. Mientras más de una vez Ana se mostró como la mediadora de los conflictos entre Claudia y Juan, como cuando se fue a vivir fuera de la casa en la segunda temporada, esta vez es Juan quien correrá los riesgos por ver y verificar como esta su hija, aún sin la aprobación de Ana. Es así como emprende un incierto y peligroso viaje hacia Mendoza, Argentina, evadiendo agentes de la CNI, haciendo contacto con un frentista amigo de Gabriel todo por llegar al momento climax del episodio, el reencuentro con Claudia. Un momento que transcurre prácticamente sin palabras, mostrando a una Claudia demacrada, que no lo debe estar pasando nada bien y el sufrido abrazo entre padre e hija, mientras de fondo comienza a sonar "Mira Niñita" de Los Jaivas
El Reencuentro
De este modo, Los 80 ponen el punto de partida para una temporada que promete ser la más tensa y dura que hemos presenciado. Durante las temporadas anteriores de la serie, el enfoque era más bien episódico buscando retratar el contexto histórico en que se desenvuelven los protagonistas o con conflictos más bien anecdóticos como la casi infidelidad de Juan en la temporada pasada. Sin embargo, hemos llegado a un punto álgido de la serie y también de la década donde los personajes ya no son meros espectadores de la época sino que sufrirán directamente los efectos de la creciente tensión política existente en el país en 1986. Un año en el que ocurrió el atentado contra Pinochet, hecho que seguramente jugará un rol relevante en los próximos episodios. Aún así, para el espectador más temeroso de que estos temas sean abordados en una ficción nacional, pueden tener la certeza de que podrán ver representadas distintas visiones partiendo de la más fascista encarnada por Don Genaro (que hasta le hizo un desprecio a Felix en el primer capítulo) hasta la visión moderada de Ana, una dueña de casa que nunca quiso que sus hijos se vieran envueltos en política. Los conflictos amorosos de un adolescente Felix y otros acontecimientos como el inminente matrimonio de Ezequiel y Nancy prometen distender un poco el ambiente cargado al dramatismo de la trama principal. Además, es imposible restarse de una joyita de un nivel cinematográfico e impecables actuaciones, con tres temporadas intachables.  Un lujo casi inexistente en la débil oferta televisiva actual.
Este video esta bloqueado en Chile, pero puede ser visto 
por aquellos que viven en el extranjero


Los Archivos del Cardenal, por C
Levantando polémica en sus inicios por su enfoque político y también por un supuesto parecido con Los 80, las críticas y las loas hacia ella desde su estreno dan prueba de que a nadie tuvo indiferente. Su trama se basó en una idea tan sencilla, como efectiva. La serie se enfocaría en la labor de la Vicaría de la Solidaridad, donde cada capítulo tendría como eje un caso real, a la vez que los conflictos de los distintos núcleos dramáticos (la Vicaría, la familia Pedregal, la CNI, el triángulo amoroso y el MIR) iban desarrollándose. Esta serie tuvo un final que, por lo menos para mí, fue poco predecible. No tenía conocimiento y quise evitar leer los casos reales que la inspiraron para dejar que fuera la serie la que me introdujera a ellos y así, disfrutarla y sorprenderme. Entre el episodio penúltimo y último, no quedaron conflictos inconclusos (Spoiler: salvo la incógnita de si Pastene había podido salir del país) y eso ayudó a que el episodio final nos mantuviera aún más expectantes. Si bien la muerte fue una amenaza latente durante todos los episodios, su súbita aparición tras un largo momento de “calma” fue algo que hizo distinto al último capítulo y quebró el esquema de los episodios anteriores.
Laura y Carlos Pedregal, la calma antes de la tormenta
Puede sonar cruel, pero fue coherente y me gustó que terminara como lo hizo y no con un final cargado a la acción (S: Con Carlos Pedregal, la mano derecha del vicario, degollado y asesinado junto a 2 profesionales más). Apuesto que ni el más facho nadie podía quedar impasible tras la secuencia del SML, (S: cuando las familias van a reconocer los cuerpos). Aunque no había sonido, esa sensación te quedaba resonando en la cabeza y el alma mucho rato. Y luego, amé la secuencia final y el epílogo, porque en él yo no vi personas victimizadas ni gente resentida, sino personas dignas que siguieron adelante con su labor a pesar de todo su dolor. “Además, yo defendía a las víctimas. No me podía transformar en una víctima también. No hubiera podido darles la seguridad que necesitaban” dice Álvaro Varela, el abogado en el cual se basó el personaje de Ramón Sarmiento. Esa vocación fue la que se vio reflejada en la serie y esas cosas son valores que trascienden lo político.
Hinzpeter versión sexy (¿es eso posible? :S)
Fue totalmente de mi agrado la sutileza del final de los personajes de la CNI (S: De una oficina llena de movimiento durante el desarrollo de la serie, terminamos con un Lawrence Martínez en espera de ser atendido por Su General, quién solía llamarlo rápidamente cuando lo necesitaba. Así mismo vemos a Martínez desentenderse del destino del Troglo, por estar muy ocupado tratando de salvar su pellejo). Más que mostrar a estos personajes sufriendo a través de una venganza, onda Inglorious Basterds, se muestran desnudos en su ruin naturaleza. Pues aunque se encuentran menos desamparados que aquellos a quienes detuvieron, no son capaces de tener gestos de nobleza entre sí.


El final fue una muestra de todos los buenos recursos que mostró la serie durante su desarrollo: mucha sutileza (que a la vez hacia más dramático todo), uso de los silencios, buenísima música incidental (notable Camilo Salinas). Y lo que más me gustó fue su ambientación, que se podía apreciar en la presencia gravitante de la arquitectura (no es casualidad que las persecuciones transcurrieran en espacios como oscuros pasillos o grises escaleras y la sala de espera de la Vicaría fuera un corredor lleno de luz). También destaco el uso de la música, donde una canción romántica creaba un contrapunto absurdo e incómodo con la tensión que vivían los personajes, o temas anglo como Us and Them, por ejemplo, le daban mayor sordidez a las escenas de tortura. Esto último, exceptuando claro, los pésimos y oportunistas covers de Los Bunkers, que salvo el tema interpretado por Manuel García y el perturbador revival del tema Ángel Para Un Final (si, Felipe Camiroaga), fueron cero aporte. Todos estos detalles que construyen lenguaje e identidad para quienes no vivimos esa época.

El pasillo de la Vicaría

Cercanos a mí han tildado a la serie de “cliché” sin verla completa. Yo si lo hice y si por algo me gustó mucho, fue porque la mayoría de sus personajes eran capaces de discernir, dudar y evolucionar en distinta proporción. Desde Ramón, el verdadero símbolo de la serie a mi gusto, que en el inicio cruzó desde su cómoda vida hacia “la otra vereda” para hacer lo que su conciencia le dictaba como justo, hasta Mauro Pastene, un tipo algo básico que tras una larga lista de actos atroces cuestiona su vida y con ayuda de la Vicaría da el primer paso para tomar el control de sus circunstancias. La serie realza y “premia” con un futuro a este tipo de personajes por sobre los inflexibles, representados por Manuel (Militante MIR) y el Troglo (compañero de Pastene), quienes eran antagonistas de los anteriores, respectivamente. Es esta inflexibilidad de Manuel en su validación de la violencia (que proyecta a este triángulo amoroso) es lo que hace que Laura decida escoger a Ramón y proyectarse con él. Laura es el único personaje que parecía desarrollado de forma superficial (la prueba es que no puedo describirla), quizás porque es el único personaje que no tiene una contraparte en la realidad. Un eslabón débil que, sin embargo, aportaba la mesura y articulaba al resto de los personajes.

Ramón y Manuel
En cuanto a actuaciones me saco el sombrero ante todos los mayores, que fueron estupendamente interpretados (Paly García, Alejandro Trejo, Conzuelo Hopzapfel y Edgardo Bruna). Roles secundarios también fueron de mi total agrado: Pancho Melo, Mateo Iribarren y Alejandro Goic (Genial ver otra vez a Carmina Riego en TV). Entre los jóvenes, lo lamento, pero los agentes de la CNI le ganaron lejos a los de la Vícaría. La revelación televisiva en mi opinión es Iván Álvarez de Araya, quien fue la primera opción para encarnar a Ramón (prefirió encarnar a Pastene)  y en las tablas ya tiene carrete. Y a Víctor Montero, (Troglo) ya podemos verlo haciendo de malo en Esperanza. Daniela Ramírez me convenció finalmente con su actuación, que de primeras era excesivamente gestual (podemos culpar de eso a su personaje) y Benjamín Vicuña aunque no lo considero un buen actor dramático, encarnó a un digno Ramón Sarmiento.
Mauro Pastene y el Troglo
Los Archivos del Cardenal es una lección y a la vez un recordatorio. Contrario a los lloriqueos de gente como Carlos Larraín, que acusaba que esta serie era poco menos que adoctrinamiento marxista, yo la sentí como una enseñanza de humanidad, porque podías entender los motivos y circunstancias de cada personaje, aún sin compartirlos. Y es un recordatorio de que siempre, para bien y para mal, la realidad supera a la ficción (Todos podemos comprobarlo leyendo el link de la excelente página de la UDP que revisa los casos que inspiraron a la serie). Puedes ver la serie completa acá gracias a la gentileza de Pabweb.

Ambas series dan cuenta de 2 cosas. Primero, que Chile ya es capaz de producir series con identidad y clase mundial. Segundo, que ya es un país maduro como para re interpretar su pasado reciente a través del arte. Solo lamentamos que series como estas tengan fundamento en un pasado tan terrible, del que aún nos falta sacar lecciones.

1 comentario:

  1. Maravillosa crítica-comentario. Vi las dos series completitas, y me sacaste las palabras de la boca.
    Ambas series las recomiendo 10000%, hay que sabernos mirar.

    ResponderEliminar